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Agora Coworking  blog para Emprendedores

Qué pueden aprender los espacios de trabajo de las rutinas activas de los mayores

En un mundo laboral en constante transformación, el coworking se ha consolidado como una alternativa flexible y social al modelo de oficina tradicional. Pero este tipo de espacios, además de fomentar la colaboración entre profesionales, se enfrentan a un desafío clave: ser realmente inclusivos.

Curiosamente, las rutinas activas de las personas mayores —basadas en el equilibrio entre mente, cuerpo y relaciones sociales— ofrecen aprendizajes valiosos que pueden trasladarse a los espacios colaborativos.

La población española está envejeciendo a un ritmo acelerado: según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2050 más del 30% de la población superará los 65 años. Frente a esta realidad, cada vez cobran más importancia los programas de envejecimiento activo que buscan prolongar la autonomía, la salud y el bienestar.

La pregunta es: ¿qué pueden aprender los espacios de trabajo de estas prácticas y cómo aplicarlas al coworking?

Inclusión y envejecimiento activo: dos desafíos compartidos

Tanto los mayores como los espacios de trabajo flexibles comparten un reto: ofrecer entornos que favorezcan la participación plena de las personas, independientemente de sus capacidades. En el caso de la población sénior, esto pasa por promover la autonomía a través de actividades que estimulen la mente, el cuerpo y las relaciones sociales.

En los coworkings, la inclusión significa diseñar espacios donde convivan perfiles diversos, desde autónomos hasta startups y equipos corporativos. Ambos mundos, aunque parezcan alejados, coinciden en un punto fundamental: la necesidad de entornos adaptados, accesibles y que promuevan la conexión humana.

Lecciones de las rutinas de los mayores aplicables al coworking

La importancia de mantener la mente en forma

La estimulación cognitiva es uno de los pilares del envejecimiento activo. Existen programas especializados que ayudan a las personas mayores a ejercitar la memoria, la atención y la creatividad. Estos hábitos no solo retrasan el deterioro cognitivo, sino que también fomentan la confianza y la motivación.

Los coworkings pueden inspirarse en esta práctica incorporando actividades que estimulen la mente de sus usuarios. Talleres de innovación, charlas formativas o dinámicas creativas colectivas actúan como “ejercicio mental” que no solo aporta conocimiento, sino que refuerza la comunidad.

Movimiento y pausas activas en la rutina diaria

El ejercicio físico moderado es fundamental para la salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda al menos 150 minutos semanales de actividad física para personas mayores. Proporciona beneficios como la prevención de enfermedades cardiovasculares, la mejora de la movilidad y el aumento del bienestar emocional.

En el contexto laboral, aplicar esta filosofía significa introducir pausas activas durante la jornada. Estiramientos guiados, ejercicios de respiración o simples caminatas breves contribuyen a reducir la fatiga y aumentar la concentración. Algunos coworkings en España ya han empezado a implantar programas de bienestar que recuerdan la importancia de moverse más allá de la pantalla.

Socialización como factor de bienestar y productividad

Numerosos estudios demuestran que la socialización reduce el riesgo de soledad y depresión en las personas mayores. Participar en actividades grupales no solo aporta compañía, sino que mejora la salud mental y la motivación diaria. El coworking, por su propia naturaleza, favorece la creación de redes de apoyo y colaboración.

Sin embargo, no basta con compartir un espacio físico: es necesario dinamizar la comunidad mediante eventos, cafés colaborativos o sesiones de networking que faciliten la interacción auténtica. Al igual que en los programas para mayores, la clave está en convertir las rutinas sociales en parte natural de la vida cotidiana.

Bienestar físico y mental en el espacio compartido

Diseñar un coworking inclusivo no solo implica disponer de mesas y conexión a Internet. También se trata de crear un entorno ergonómico, accesible y saludable. La ergonomía en el mobiliario, la correcta iluminación o la existencia de zonas de descanso son aspectos esenciales para prevenir problemas físicos derivados de largas horas de trabajo.

En España, algunos espacios colaborativos han empezado a habilitar salas de meditación, áreas de relax o incluso pequeñas zonas de ejercicio ligero. Estas iniciativas, inspiradas en el envejecimiento activo, muestran cómo cuidar del cuerpo y la mente se traduce en mayor productividad y satisfacción laboral.

Tecnología y accesibilidad: puentes entre generaciones

La digitalización está transformando tanto el cuidado de los mayores como la forma en que trabajamos.

En el ámbito sénior, proliferan programas de ejercicio en casa que facilitan el seguimiento de rutinas saludables, la comunicación con familiares o la práctica de ejercicio desde casa con la ayuda de profesionales.

Los coworkings tienen mucho que aprender de este enfoque: garantizar que las herramientas digitales que ofrecen sean accesibles, intuitivas y adaptadas a distintos perfiles. Interfaces sencillas, soporte técnico cercano y programas de formación en competencias digitales pueden marcar la diferencia entre un espacio inclusivo y otro que excluye a parte de sus usuarios.

Claves prácticas para un coworking inclusivo inspirado en los mayores

De las rutinas activas de los mayores se pueden extraer varias claves aplicables directamente a los espacios colaborativos:

  1. Introducir pausas activas programadas: breves estiramientos, ejercicios de respiración o sesiones de mindfulness que rompan con la inercia sedentaria.
  2. Fomentar la formación continua: talleres internos que permitan a los usuarios ejercitar su mente y mantenerse actualizados.
  3. Diseñar un espacio accesible: mobiliario ergonómico, buena iluminación, señalética clara y eliminación de barreras arquitectónicas.
  4. Crear programas intergeneracionales: actividades que conecten a profesionales jóvenes con personas mayores, aprovechando la experiencia de unos y la energía de otros.
  5. Impulsar la socialización estructurada: eventos periódicos que fomenten el encuentro natural y reduzcan el aislamiento de los coworkers más independientes.

Estas soluciones no requieren grandes inversiones, pero sí un cambio de mentalidad: entender que el bienestar integral de los usuarios es tan importante como la infraestructura.

 

El envejecimiento activo ofrece una visión del bienestar basada en el equilibrio entre mente, cuerpo y relaciones sociales. Los espacios de coworking, como entornos vivos y colaborativos, pueden inspirarse en estas prácticas para crear lugares más inclusivos, saludables y productivos.

Integrar pausas activas, programas de socialización, formación continua y tecnología accesible no solo mejora la experiencia de los coworkers, sino que también refuerza la sostenibilidad del propio modelo.

 

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